jueves, 25 de abril de 2013

EN EL LABERINTO

 
 
 
Como en la metáfora recurrente que hace alusión a la voluntad de hacer pública, siquiera a sus propios ojos, su íntima condición, por parte del homosexual reprimido, los sadomasoquistas también salimos del armario y nos mostramos a la luz de nuestra propia conciencia, deseosos de dejar de engañarnos y decididos a deshacernos del lastre del juicio ajeno. Pareciera entonces que todo se ilumina. Atrás quedaron los titubeos, las dudas persistentes, el deseo acuciante de ser "normales", o cuando menos de parecerlo. Algunos, guiados por el impulso de la revelación, llegamos incluso, en la estela de Saulo tras su caída del caballo en el camino de Damasco, a hacer pública profesión de fe (lo cual, aceptémoslo, resulta siempre mucho más fácil y llevadero en el caso de los Dominantes que en el de los sumisos. Y de entre aquellos, más sencillo y asumible cara a los demás para Ellas que para Ellos. Son los condicionantes de la época que nos ha tocado vivir).
 
Henos pues fuera de los estrechos límites de nuestros temores (el miedo a nosotros mismos, a lo que anida en nuestro interior, y al mecanismo social de censura y castigo). Tiene uno la impresión de pronto de que todo está abierto ante nosotros, de que todo es posible. Fascinante ilusión. En realidad, no tardamos en descubrir que la iluminada sala, marco de nuestra anhelada reconciliación, se abre a su vez a nuevos espacios, a través de puertas que resulta imperativo abrir, pues negarse equivaldría a instalarse en la autocomplacencia, alimentada de nuevo por el temor. Nuestras mentes, conservadoras como lo son todas, han aceptado lo inevitable, que consistía, para evitar males mayores, en no seguir posponiendo el reconocimiento de nuestras naturalezas, pero ya no se muestran tan dispuestas a seguir ahondando en la exploración de nuestras retorcidas psiques. Y, sin embargo, no hay más salida al dilema que seguir avanzando, descubriendo nuevas cámaras, aceptando desafíos, poniendo en juego las emociones recién liberadas.
 
 

 
En otras palabras: hemos penetrado hasta el corazón del laberinto y, a diferencia del mito (que como todo mito responde a mecanismos depurados de control social), nos hemos fundido con el Minotauro (¿qué sentido tenía matarlo, siendo como es el reflejo invertido de nosotros mismos?*). Sin Ariadna y sin hilo**, el regreso a la superficie nos está vetado. Alcanzar la salida -si es que ta cosa existe- pasa por completar el mapa del dédalo. Adelante, siempre adelante. Una puerta abre a una estancia que ofrece la posibilidad de varias otras puertas. Se producen encuentros que ponen en juego el precario equilibrio y que dan lugar a nuevos interrogantes (pero también a confirmaciones, no exentas de cálculo). Y seguimos avanzando, aun a riesgo de extraviarnos de forma irremediable, lentamente seducidos por la dinámica del proceso, por el desvelamiento progresivo de las muñecas rusas contenidas en nuestro interior, por los desafíos que plantea la exploración de tan intrincado lugar.
 
Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura
ché la diritta via era smarrita.
Ahi quanto a dir qual era è cosa dura
esta selva selvaggia e aspra e forte
che nel pensier rinova la paura!


*En ello reside la diferencia entre una psicología volcada en el reconocimiento de sí y la adecuada canalización de las pulsiones y esa otra que juzga y condena en nombre de determinados principios de higiene mental y social.

**Fijémonos, por otra parte, en el hecho de que Teseo acabará abandonando, en su viaje a la superficie (esto es, el regreso a su patria) a su presunta salvadora, esa Wendy del mito clásico que es Ariadna, para enfangarse en una relación enloquecida con la hermana de ésta, Fedra, enamorada a su vez de Hipólito, hijo del propio Teseo. Este se había ofrecido, en nombre de Atenas (encarnación de la ley social) a matar al Minotauro (resultado, a su vez, de las pulsiones bestiales de Pasifae), es decir su propio lado oscuro.Al cumplir el encargo, se hace deudor del castigo de los dioses, que son la materialización de la naturaleza.

2 comentarios:

Noemí Miralles dijo...

Mi querido Valcour. Denoto cierto tono melacólico, vomo si lejos de una liberación realmente fuera una entrada a los infiernos. A pesar de la lucha incansable contra nuestros propios demonios, evolucionaremos y seguramente mucho más rápido que en las circunstancias anteriores. El sadomasoquismo no es más que una liberación a pesar de que su estética de ésta, inspire lo contrario. Por ello, ¿quieres decir que no le has dado la vuelta a tu realidad? Besos profundos a tu corazón de mi parte.

Valcour dijo...

Querida Mimishu, la melancolía es como mi segunda piel. Pero la entrada de hoy no pretendía dar impresión de lastre, o de caída en el pozo de la desesperación. Al contrario. El eje central es más bien el hecho de que toda decisión no se termina en sí misma, como podría hacernos creer una inerpretación simplista del viaje al corazón de uno mismo -que es a su vez un trasunto del viaje al corazón de las tinieblas-, sino que acarrea nuevas circunstancias que exigen nuevas decisiones. El reto y la voluntad de ir hasta el final es lo que cuenta. Cada uno es un dédalo, con su Minotauro en el centro, a la espera. E insisto en que el desafío no consiste en llegar hasta él y matarlo, sino fundirse con él. Es de redención de lo que hablo.

Un beso y gracias por tu comentario